martes, 12 de agosto de 2008

Maravilloso verano... (2)

Cuando llegamos al pueblo, lo primero que nos llama la atención es que hay pocas cosas que recordamos que estaban ahí, a la vez que empezamos a disfrutar de pequeños detalles que despiertan en la memoria residual y selectiva que nos hace disfrutar comentándoselo a los más pequeños: "En esa piedra nos subíamos tu tío Eugenio y yo cuando éramos pequeños". Se lo cuentas con un tono de ilusión que a la vez busca la sorpresa y la inquietud en la cara del niño, pero este te mira con expresión indiferente sin quitarse los cascos de mp4.

El primer problema llega en el momento en que entras en casa de la abuela. El corral que hay en la parte baja de la casa desprende un olor poco agradable y como la casa está preparada para ellos dos, distribuir todos los bártulos resulta cuando menos una odisea. La señora empieza a torcer la boca, pero se calla. Una vez instalados y tras haber fingido escuchar al abuelo todas las novedades sobre la huerta, sales a recorrer las calles de tu infancia y los olores de los veranos de la niñez. No te das cuenta, pero de pronto te encuentras solo en tu mente paseando por las calles del pueblo. Lo primero que ves es una regadera por la que corre el agua, con un acceso de tierra que termina en unas lanchas pulidas de tanto lavar la ropa, hace más de 25 años. Es la misma regadera en la que preparabas con tu hermana comidas en unos calderitos marrones a base de agua, tierra y todas las hierbas que había alrededor. La sensación de añoranza te invade y cierta tristeza del tiempo pasado recorre tu espalda. Entonces regresas a la realidad con la impaciente llamada de tu hijo y comienzas a subir la calle que sube a las acacias. Los recuerdos te asaltan incesantemente y esta vez los compartes de otra forma, más sosegada, con los tuyos, que poco a poco se van animando e intrigando con tus experiencias.

Entonces llegan los tópicos: "Es que como el aire del pueblo no lo encuentras en ningún sitio" Claro que no, olor a corral y al dulce aroma que han dejado unas vacas al pasar por una calle. "El tiempo parece detenerse" Nadie te ha avisado que el reloj del ayuntamiento lleva tres meses parado en las 12:47. Pero aún así, te invade un aire de optimismo en el momento en que empiezas a planear los sitios que vais a visitar en los próximos días: la plaza del pueblo de al lado, el río que pasa diez km. más al este, la garganta que crean las rocas en tal pueblo...

Cuando han pasado los diez días que teníais previstos estar en el pueblo, haces las maletas con la sensación de haber aprovechado más los momentos, ya que tu señora al final ha disfrutado y se ha maravillado al conocer una parte de tu vida escondida y los niños se van con sensación de pena, debido a que empezaban a cogerle el aire a los días y a disfrutar de sus andanzas. Han sido unas vacaciones maravillosas en las que, por primera vez desde hace mucho tiempo, has estado realmente con tu mujer y con tus hijos, has reído con ellos y lo más importante... has compartido sensaciones y vivencias que os lleváis todos en la retina y el corazón... El año que viene ya sabes donde vas a ir de vacaciones... o no.

Conclusión: Creo que a todos nos ha pasado en alguna ocasión que los viajes inesperados, así como otras muchas actividades, son las que mejor salen y en las que mejor te lo pasas. Tener una vida tan programada y cuadriculada no da lugar a la sorpresa, a la variante, a lo inesperado... situaciones que hacen aparecer a quienes somos realmente... Vida solo hay una y nunca debes permitir que nadie la viva por ti.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Maravilloso cuerpazo que luces y no precisamente en las playas de fuengirola no se ve ni sombrillas de mil rayas ni neveras ....tu si que sabesssssssss