lunes, 6 de julio de 2009

Otro sueño


Sábado por la mañanita temprano. Nos levantamos con la fresquita y nos disponemos a viajar durante, al menos, una hora y tres cuartos hacia el suroeste. Nuestro destino, Bollullos de la Mitación, a tan solo 10 km de Sevilla en dirección Huelva.

Hace dos semanas ya hicimos este mismo viaje y puedo dar fe de que disfrutamos mucho, unos con más intensidad que otros, pero disfrutamos de verdad. El paracaidismo es un mundo en si mismo. Mientras estábamos en el hangar, sentados en una mesa de madera como las que hay en los merenderos, podíamos observar el trajín de los saltadores que iban y venían con sus paracaídas entre los brazos y a los 15 minutos salían con ellos en sus mochilas dispuestos a volver a saltar.

Nuestro salto era especial por diversos motivos. El primero de ellos es porque fue un regalo de mi mujer por nuestro aniversario, quería que pudiese cumplir un sueño que en diversas ocasiones le había contado y ... efectivamente, me sorprendió. Otra peculiaridad del salto es que lo íbamos a realizar en la modalidad "TANDEM"; este salto se caracteriza en que saltan dos personas unidas por medio de cuatro arneses de acero y dos cinchas de 4 cm de grosor. El salto nos lo iban a grabar en DVD y nos sacarían muchas fotos, por lo tendríamos el salto registrado para poder verlo cuando quisiéramos. El último motivo que le hacía especial es que mi hija también iba a saltar... Casi nada, la VALIENTE.

El primer día pudo saltar Nazareth, la cual, cuando aterrizó, no era capaz de explicar de una forma locuaz todo lo que había sentido. A continuación saltaría yo, pero un cambio súbito e inesperado del aire, debido al calentamiento de la superficie terrestre, haría muy peligroso el salto, ya que no había ninguna seguridad en el aterrizaje. Nos tuvimos que volver a casa con la miel en los labios, pero disfrutando con la felicidad de mi chica.

Como decía, volvimos este sábado y en esta ocasión, si pude saltar. Estuvimos esperando un par de horas desde que llegamos y el primer momento importante fue cuando Nazareth se enteró de que también iba a saltar ella. Rompió a llorar de emoción y lo hizo a la vez con nosotros. Ciertamente, no había estado nervioso en todo el día, pero cuando vino mi instructor y me dijo que ya me tenía que poner el mono de salto, el estómago comenzó a encogérseme un poco. Nos dieron las instrucciones de cómo colocarnos en cada momento antes del salto, durante el salto, en el vuelo y en el aterrizaje. Cuando salimos de la sala, estaba mi mujer con la cámara en mano para que no se perdiese ni un gesto de nuestra cara. Los cinco minutos que pasaron hasta que nos subimos al avión se hicieron eternos, pero ya estábamos allí, entrando por la puerta corrediza del bimotor y pensando "Que ya voy para dentro, que ya no hay vuelta atrás". El vuelo fue un poco movido porque parecía que en el cielo había baches. Nazareth, que iba a mi lado, no hacía más que preguntarme que si estaba nervioso. Le decía que no, porque la conozco y se que ella estaba más nerviosa que yo, porque no dejaba de hablar. La emoción se disparó cuando abrieron la puerta y se estaban preparando para saltar los otros paracaidistas que habían subido con nosotros. Ultimas instrucciones del monitor y a mi hija me dice "Paco, nos vemos abajo". No lo dije, pero lo pensé: "Con dos cojones, mi chica". Y llegó mi momento. Fuimos los últimos en saltar, nosotros dos con la mujer que llevaba la cámara. La sensación de ver toda la tierra tan lejos, tan amplia, tan lejos, tan abajo.... Cuando el instructor saltó no sentí miedo, tenía una sensación de plenitud que me llenó por completo. En ningún momento pensé en que algo podía salir mal, no da tiempo. Y empecé a volar... 200 km por hora, sintiendo como se atraviesa el aire, como estira los mofletes y como se acerca el suelo. No puedo explicar con palabras lo que se siente, sería superfluo. Un momento impactante fue cuando se abrió el paracaídas. El frenazo que sufrimos fue el momento más tenso de todo el salto, ya que la presión que ejerció sobre nuestros cuerpos fue de una intensidad enorme. Ya parados por la lona, a unos dos mil metros de altura, el instructor me permitió pilotar el paracaídas, otra sensación impresionante. Cada vez bajábamos más y seguía con los mandos y pensaba "es que este hombre no piensa cojer los mandos???" El aterrizaje fue estupendo porque hacía un poco de aire y no tuvimos que plantar el culo en el suelo. Una vez que me soltó los arneses, solo podía hacer una cosa... ir hacia mi mujer y abrazarla con todas mis fuerzas, agradeciéndole el maravilloso sueño que me había hecho cumplir.

Por último, os recomiendo a todos los que os atreváis a que saltéis en paracaídas. No os arrepentiréis y será una de las mejores experiencias que se puedan vivir en la vida.

Gracias cariño.