jueves, 27 de noviembre de 2008

¿Llega la Navidad?


Por estas fechas, en las que muchos estamos pensando en el puente de la Inmaculada, comenzamos a ver en los supermercados y grandes superficies el despliegue de color y de envoltorios ruidosos. Hay calles cortadas por las grúas que colocan luces de punta a punta y la gente, aun con frío, se echa a la calle en busca de escaparates e ideas. Si, inexorablemente llega la Navidad. Por desgracia, estas fechas se pareen cada año más a lo que cantó Melendi "la Navidad la inventó el Corte Ingles".

Comenzamos a consumir, yo el primero, productos que deberían guardarse para finales de diciembre, como los polvorones... Nos rompemos nuestras preciosas cabecitas pensando en los regalos que vamos a hacer, buscando algo que no sea tan inútil como lo del año pasado, pero como vivimos cada vez mas con las cosas que queremos, las opciones se reducen. Al final, después de varios paseos y desesperación, no sabes ni lo que comprar. Pero compras.

Y que decir de las comilonas... Los compañeros de la empresa se juntan en un restaurante para pasar un día lleno de hipocresías en el que tienes que aguantar al pesado de turno al que apenas hablas durante todo el año. Y comes, y bebes, y bebes y vuelves a beber como los peces en el río.

¿En qué estamos convirtiendo la Navidad?

martes, 25 de noviembre de 2008

La nieve


Esta tarde he encendido el televisor y la primera imagen que he visto ha sido la del manto blanco que está cubriendo gran parte del norte de España. Veo a los reporteros andando por la nieve y hasta la yema de los dedos se me congelan... Pueblos aislados, calles desiertas y los carámbanos de hielo colgando de los canalones de los tejados, cual pendientes de cristal adornando el invierno. Pero es que todavía queda un mes para que llegue el invierno!!! Cuando estemos a mitad del mes de enero no quiero ni pensar como podemos estar...

La nieve tiene una cara amable, los aficionados al esquí se están frotando las manos, la temporada se prevee larga... También tenemos ese famoso refrán de "año de nieves, año de bienes"... Quién no recuerda, siendo niño, alguna nevada en nuestro pueblo, la cual marcó de alguna manera la infancia? En mi caso, era tan pequeño, que mi vecino Félix me llevaba arrastrando dentro de una caja de botellines de cerveza, la cual retornábamos al jardín de delante del portal lleno de nieve... Hicimos un muñeco de nieve mucho más grande que yo, lo cual tampoco era muy complicado, pero cuando llegó el jardinero, todos tuvimos que salir corriendo, se molestó el cascarrabias, pero nosotros disfrutamos a lo grande... Pero para nevada buena, la que cayó en el campo hace dos inviernos, con la que estuvimos a punto de quedarnos incomunicados. En esa ocasión, quien mejor se lo pasó fue Trasto, mordiendo la nieve y corriendo como un loco de un sitio a otro, persiguiendo a un gato imaginario...

Pero la nieve también tiene algún que otro inconveniente... Hay que tener mucho cuidado con las carreteras, se ponen como pistas de patinaje, por mucho cuidado que se tenga parece que te vas a ir a la cuneta en cualquier momento. Andar por la calle se convierte en un acto de fe, manteniendo el equilibrio a duras penas. Son los días en los que Thrombocid hace su agosto, cuando menos paradójico... Y ya no hablemos de las pobres plantas, las palmeras casi se nos estropearon aquel año por el peso y la nieve que acumularon.

Aún habiendo visto los pros y los contra de la huésped más famosa del invierno, su naturaleza me encandila, su visión me reconforta (siempre y cuando sea desde la chimenea, con una copita de anís y un buen mantecado de canela) y despertarse una mañana, asomarse a la ventana y ver como el manto blanco lo cubre todo, es una visión que no tiene precio y se debe disfrutar con la misma celeridad que su dehielo. Espero que sepáis disfrutar de este fenómeno meteorológico con cabeza (y con gorro) y a quien le guste esquiar (esa gente de granadaaaaaaa) que aprovechen, que este año pueden hacerlo de verdad. Seguiremos mirando al cielo esperando que llegue esa mañana deseada.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Largo recorrido


Desde muy pequeño me han gustado los trenes. Representan una forma de semilibertad que siempre me ha atraído; tienen la cadena de los horarios pero la libertad de su interior, con el viaje de larga distancia en la que no solo viaja el cuerpo, sino también la mente. He viajado mucho en trenes de cercanías, durante cinco años de estudios, sin embargo, lo pocos viajes que he realizado de largo recorrido me han hecho sentir muchas más emociones.


Inevitablemente, siempre he comparado el recorrido del tren con el recorrido de la vida... una estación de partida, en la que todo comienza con los pasajeros que te tocan, no los elijes, son los que son y vas empezando el viaje con ellos. Son estos primeros pasajeros con los que haces unos lazos especiales, ya que compartes con ellos las primeras emociones, los primeros traqueteos, ves pasar los árboles y los postes de la luz, los primeros cerros y los primeros edificios. Estos primeros pasajeros te acompañarán en gran parte del viaje... Entonces llega la primera parada, en la que se suben nuevos pasajeros y, curiosamente, poca gente se baja. Es el momento en que los horizontes comienzan a abrirse, descubres que en el tren pueden ir personas diferentes a las que desde un principio te han acompañado y te van enriqueciendo con sus nuevas experiencias.


Cuando llegas a la cuarta parte de tu camino, habiendo parado alguna que otra vez para que haya intercambio de pasajeros de corto trayecto, llega una parada en un nudo ferroviario en el que hay un movimiento especial. Aquí si se cambia de compañeros de viaje, de los que han ido subiendo a lo largo de las paradas, pocos siguen y sube mucha gente nueva. Otra vez, experiencias distintas y carga de kilómetros de vías a nuestras espaldas, pequeños lastres de traqueteos que van moldeando la forma de acomodarnos en los asientos de sky, los cuales se han ido desgastando por el roce del tiempo. Aquí también sube gente que te acompaña a lo largo de todo el trayecto. Entonces... hay un choque de trenes, una fusión tremenda que provoca que dos vías distintas se fundan en una, que sin preguntar, hace que los pasajeros de dos trenes distintos se encuentren charlando en el mismo vagón. No siempre estas vías continúan juntas hasta el final de la aventura de vivir, a veces, hay un bache que provoca una separación obligada de vías, pero no un descarrilamiento, solo una separación de vías. Nunca hay que perder la esperanza de encontrar esas vías que miren en la misma dirección que las tuyas. Por suerte, yo las he encontrado.


Al llegar a la mitad del trayecto, crees que pocos traqueteos te pueden sorprender, que has visto todos los paisajes y que poco te pueden aportar los compañeros de viaje. El vagón toma un tono ocre y los asientos están tan roídos que no sabes si sentarte o salir huyendo. Comienzan en ese momento los retoques interiores: una manita de pintura, una tapicería nueva, se pulen los suelos y parece que el camino empieza de nuevo. Por desgracia, este es el momento en el que empiezan a bajarse del tren compañeros de viaje de los que te acompañaban desde el principio. Duele su ausencia y reflexionas sobre el trayecto que llevas recorrido, de todo lo que has compartido y has dejado de compartir, todo lo que te han dado y lo poco que crees que has aportado para hacer su viaje más cómodo y completo. El egoísmo infantil demandaba que el asiento del vagón siempre estuviese dispuesto para ti... ahora el asiento está vacío... y nadie conseguirá ocuparlo con la intensidad y personalidad que este pasajero tenía...


La estación de llegada se aproxima. El tren tiene cada vez más fallos técnicos y hay que ir llenando de forma constante el nivel de aceite, comprobando los amortiguadores, vigilando las bujías y tapando las goteras... el día menos pensado, el tren, cargado de momentos e historias, de pasajeros fieles y personas de paso, se para, se detiene, deja de andar... y cada uno de sus pasajeros tienen que apearse, llevándose cada uno un recuerdo personal, una percepción íntima del trayecto que incorporan a su propio tren, haciéndolo más rico y pleno...


Que tengáis un buen viaje...

jueves, 6 de noviembre de 2008

El faro


- Hola, buenas tardes, venía a poner una reclamación.


- ¿Una Reclamación?


- Si, le explico... Yo nací, en su momento, hace 39 años... Hay que ver, hace 39 años ya... Pero bueno, a lo que iba, yo nací y, en su momento, no me explicaron ni me dijeron como tenía que actuar. Pero estaba mi familia, la cual, mejor que peor, me fue dirigiendo y corrigiendo en mi infancia, por donde tenía que circular mi vida para llegar a ser lo que soy. Cuando llegué a la adolescencia, la vida se fue complicando poco a poco, como a todos los adolescentes, pero como los cimientos estaban bien fraguados, los problemas fueron los menos. Estos me ayudaron a crecer para ir fomentando mi personalidad y mi forma de ver la vida. Me pude equivocar, puede que si, o puede que no, pero mis decisiones me afectaban a mí y solo a mí.


- Disculpe, pero es que esta cola es muy larga y no tengo tiempo para que me cuente su vida, así que, vaya al grano, por favor.


- Si no le explico las cosas como son, de verdad, no podrá entender porqué pongo esta reclamación, así que por favor, no me interrumpa.


- De acuerdo, pero abrevie.


- Gracias. ¿Por donde iba?.. Ah, si, ya recuerdo. Después de mi adolescencia, conocí a mucha gente y viví en distintos lugares, hasta que conocía a mi actual pareja, con la cual he tenido el placer de disfrutar de dos niños estupendo, uno su hija y el otro mi hijo. Pero aquí es donde viene el problema y donde quiero poner mi reclamación.


- Lo siento señor, pero lo entiendo. Me dice que ha tenido una infancia normal, como cualquier otro niño, una adolescencia normal, como cualquier otro adolescente, una vida normal, como cualquier otro adulto, ha sido bendecido con dos criaturas cuando muchísima gente no puede contarlo... Entonces, ¿qué reclamación quiere poner?


- Muchas gracias, pero todavía no he contado toda mi historia. A mi hijo, desde el momento en que llegó, le he dado todo mi cariño, me he preocupado por él, he pasado más de una noche en vela por sus preocupaciones, que son las mías, he dejado de hacer muchas cosas que me apetecían a cambio de su felicidad, me he sacrificado por su bienestar, casi he renunciado a mi vida por la suya y aún así, las cosas parecen que no han salido bien, por eso he venido a poner una reclamación.


- ¿Quiere ir al grano? Me está cansando.


- Quiero poner una reclamación por no haberme dado el manual de instrucciones de "Como criar a un hijo sin equivocaciones y no morir en el intento".


- Mire usted, señor Camacho, hay instrucciones para instalar un programa en el ordenador, para los muebles de Ikea, para montar una lámpara, para usar una freidora... pero no hay instrucciones para alcanzar la felicidad con un hijo... Por lo que usted me está contando, ha hecho todo lo posible para que el sol salga cada mañana, para que el río fluya límpido, para que el arcoiris nos proteja con su portal, para que la felicidad sea el principio fundamental de su familia... Pero también debe entender que no está en su mano la variedad de personalidad, las influencias pasadas, el lastre del barco a la deriva... Por mucho que un faro, como usted, brille en la oscuridad más absoluta, si el barco no quiere seguir el rumbo más adecuado, las rocas son inamovibles, por lo que el barco suele encallar.


- Escúcheme señorita, he luchado por esta persona como por pocas personas en mi vida, me he dejado la piel hasta dolerme, me han dicho que me he equivocado las personas que me quieren y aún así, he hecho el camino sembrándolo de amor y cariño por donde siempre he creído que era lo más adecuado para él, por lo cual, no me diga que, aunque el faro brille mucho, el barco está condenado a encallar, no me resigno. No permitiré que el naufragio sea un hecho consumado por mucho que lo parezca. Lucharé, ya no solo por el barco, sino por mí. Si el barco tiene el destino final de masticar las rocas de la orilla, que sea porque el barco no tiene timón y no porque el faro no deje de brillar nunca.


- Perdóneme usted, pero no se da cuenta de que no le hace falta ningún libro de instrucciones? Sólo le puedo decir una cosa... Felicidades, por no dejarse vencer en la travesía, por muchas tempestades que se encuentre en ella. Y siga luciendo...