martes, 6 de julio de 2010

Lo consigo cada día


Hace cerca de ocho años, conocí a una persona en Pozoblanco que decía una verdad como un castillo: "Hoy no fumo." Esta persona llevaba sin fumar, por aquel entonces, cerca de tres años, pero seguía diciendo cada día esa misma frase, ya que consideraba que cada día se enfrentaba al reto de no fumar.
Desde el pasado 31 de mayo, no he vuelto a fumar. Desde hace algo más de un mes lucho en mi fuero interno para conseguir ese reto diario, ese desafío en el que pueda proclamar... hoy no he fumado.
Me está costando mucho esfuerzo, bien lo saben mis chicas, mejor dicho, bien lo sufren mis chicas, ya que mi humor y mi estado anímico ha cambiado de forma sustancial... y diría que a peor. Pero sé que en el fondo ellas saben el esfuerzo que estoy haciendo y por eso debo agradecer y agradezco la paciencia que están teniendo conmigo.
Por último, desde aquí quiero animar a todas las personas que leen mi blog y fuman, a que intenten decir mañana por la mañana, nada más levantarse de la cama, esa frase: HOY NO FUMO, porque si eres una persona que no fuma, no tienes por qué coger un cigarrillo y empezar a fumar. Si te lo planteas así, puede que te sea más fácil empezar una nueva vida llena de mejoras y disfrutes no solo para ti, sino también para quien te rodea. Ánimo, fuerza y suerte

El laberinto de la rosa

Decidí hacer caso a Ara y me decanté por su propuesta, "El laberinto de la rosa". Me ha parecido un libro entretenido, curioso, con un gran trabajo de investigación sobre varios personajes de la Inglaterra del siglo XVII, pero bien llevado a unos personajes en la actualidad.
La trama deja un poco que desear, ya que condensa a mucha gente de forma periférica y alcanza objetivos sin ningún tipo de explicación. Intenta acercarse a la cábala, pero no concreta y da por sentado demasiados conocimientos por parte del lector.
Termina muy rápido y sin tensión, por lo que deja un sabor agridulce. Hay varias ocasiones en las que parece más un libro de texto que una novela de investigación.
La conducción del tema es, en general, fluida y ágil y, teniendo un poquito de paciencia, se lleva bien.
No está mal para definirlo como libro de verano o de intervalo.

martes, 15 de junio de 2010

Comencemos

Para inaugurar este espacio, voy a hacer una relación de lo leído últimamente, con la idea de que si alguien a leído alguno y quiere hacer cualquier comentario, tengamos algo con lo que empezar.
Empecé con la trilogía de Millenium allá por las navidades y, si no me falla la memoria, continué con La mano de Fátima, La sexta isla, Odisea, El enigma de las palabras muertas y alguno más que ya no recuerdo.
En estos momento estoy a la espera de que me avisen de la Biblioteca Central de Córdoba para recoger El guardián entre el centeno, pero mientras eso ocurre, no tengo muy claro cual voy a comenzar, ya os lo contaré. Aún así, acepto sugerencias.
Llevo una temporada en la que dedico gran parte de mi tiempo a la lectura. En lo que llevamos de año he podido leer ya cerca de doce libros, con alegrías y decepciones. Cuando llevaba cuatro o cinco libros comencé a meditar la idea de publicar mis sensaciones y pareceres en relación al los libros según los voy leyendo, para que aquel que quiera compartirlo, debatirlo o leerlo por curiosidad después de leer, tanto mi comentario como el de la gente que quiera dejar el suyo. No es más que un parecer y las ganas de compartir una historia leída, en ningún momento tengo delirios de crítico narrativo. Mi deseo es compartir, dejando la página abierta para quien quiera compartir.

lunes, 5 de abril de 2010

Días festivos




Hoy en día, gracias a la democracia y a nuestra Constitución, vivimos en un país de libertades, en el cual se deben respetar las creencias y las culturas de los demás, así como se deben respetar las nuestras. Este país, que se jacta de ser tolerante y comprensivo con todos y cada uno de sus ciudadanos, tiene para ello un artículo en su joven Constitución, concretamente el número 16.3 , que dice: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”, lo cual quiere decir que el país como tal no tiene una religión oficial, pero también aclara que la religión cristiana seguirá gozando de ciertos beneficios, por así decirlo. A este acuerdo llegaron, según dicen las crónicas de la época, debido a las costumbres y tradiciones arraigadas en todos los rincones de nuestro país.

Ahora bien, si nos fijamos un poquito en el calendario que cualquiera podemos tener colgado detrás de la puerta de la cocina o ese otro pequeño que hay encima del frigorífico o junto a la televisión, nos sería fácil comprobar todos los días que hay en rojo, obviando los domingos. Como todos sabemos, estos días colorados son los que deciden cuando es festivo o cuando no. Hay, o debe haber, catorce en total: once de ellos a nivel nacional, uno a nivel autonómico y dos fiestas locales del propio municipio.
Nacionales: 1 de Enero (Año nuevo), 6 de Enero (Reyes), Jueves y Viernes Santo, 1 de Mayo (Día del Trabajo), 15 de Agosto (Virgen de la Asunción), 12 de Octubre (Día del Pilar y de la Hispanidad), 1 de Noviembre (Día de todos los Santos), 6 de Diciembre (Día de la Constitución), 8 de Diciembre (Día de la Inmaculada Concepción) y 25 de Diciembre (Navidad).

Si bien podemos comprobar que tres o cuatro días, según se mire, son días en los que se celebran acontecimientos determinados, los restantes son días que están ligados a las creencias cristianas y como tales se celebran en la mayoría de los rincones de todos nuestros pueblos y ciudades. Esto es lo que ocurre con los días festivos nacionales, pero si miramos los días festivos autonómicos o locales, podemos comprobar que muchas de las CCAA tienen como día festivos a Santos o Santas: véase el caso de San Jordi en Cataluña, Nuestra Señora de Guadalupe en Extremadura, Santiago Apóstol en Galicia…
Y si observamos las festividades locales, también podemos ver que, al menos uno de los dos días, corresponde con algún miembro del Santoral, si no son los dos días: San Isidro es uno de los más extendidos por su carácter rural, Nuestra Señora de las Mercedes también es muy celebrado y así un largo etcétera.
Con esta reflexión no quiero en ningún momento criticar a la religión cristiana, ya que me merece el mismo respeto que cualquier otra, pero no deja de parecerme irónico que sigamos fijando nuestro calendario, con relación a los días festivos que todos buscamos a finales de año, en base a una religión que sí, es mayoritaria y tradicional en nuestro país, pero que no deja de ser nada más que eso, una religión. Queramos o no, nuestras vacaciones, puentes y días de descanso extraordinarios siguen fijados por unos ritos religiosos, los cuales cada vez comprendo menos, sobre todo si le damos un repaso a la sociedad en la que hoy en día vivimos. Nadie puede negar que el fervor religioso se está diluyendo, que las iglesias están más vacías que nunca o que la media de edad que hay en ellas es muy alta. A la juventud le interesa cada vez menos los actos litúrgicos y las romerías que se hacen en los pueblos son meras excusas para la juerga consensuada por toda la población. La Semana Santa es un periodo de descanso entre las navidades y las vacaciones de verano y la Navidad la excusa perfecta para comer todo lo que no comemos en el resto del año y gastar, en ocasiones, verdaderos dinerales en regalos.
Tal vez, si los días festivos nacionales estuviesen basados en hechos importantes de nuestra nutrida historia, los podríamos sentir más nuestros que unas fechas basadas en Santos o costumbres de una religión de la cual puedes ser partícipe o no, porque español se sigue siendo tanto si eres católico como si no. Hay festividades que no cambiaría por que entiendo que sí son una tradición muy arraigada, como son la Semana Santa y la Navidad, pero el resto de los días sueltos que son festivos por un Santo u otro, creo que deberían cambiarse por otro tipo de celebración. Pero en fin, esto es lo que nos toca por ahora.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Vacaciones en Tenerife (1ª Parte)


Hemos estado de vacaciones en Tenerife. Ha sido una semana muy bonita, ya que no hemos parado de ir de un sitio para otro, pero con una tranquilidad que ha hecho que este año no hayamos vuelto destrozados por el ajetreo. Llegamos a la isla el lunes 24 en un vuelo bastante tranquilo si no contamos con el aterrizaje… fue una verdadera montaña rusa. Cuando tomamos tierra nos pidieron que felicitásemos al copiloto porque era el primer aterrizaje que realizaba con pasajero. Nos quedamos todos mirándonos y creo que más de uno pensó en que había sido buena idea no decírnoslo antes. Cuando llegamos al hotel, siete horas después de haber salido de casa, nos encontramos con un lugar paradisíaco en lo relativo a la vegetación, ya que estaban todos los rincones ocupados por plantas tropicales, pero con buen gusto, sin estar tampoco asfixiadas unas por otras. Esa visión del Edén cambió cuando llegamos a nuestras habitaciones. Era un hotel con cerca de cuarenta años de antigüedad y con muy pocas reformas, por no decir ninguna. Las ventanas eran de madera sobre raíles de madera y los enchufes tenían la adaptación adecuada para los enchufes de 125 de nuestros abuelos. Pero al menos las camas parecían relativamente nuevas y la limpieza esta acorde con un hotel de cuatro estrellas. Una vez acoplados en nuestras habitaciones, dimos una vueltecita rápida por el hotel para familiarizarnos con el entorno, y digo rápida porque el horario de la cena era de siete a nueve y media de la noche, por lo cual, no nos podíamos demorar mucho. La cena no estuvo mal y el salón era amplio y el servicio diligente. Después de cenar nos fuimos a tomar una copita al bar de la piscina y a dormir que el día había sido muy largo.
El primer día completo en el hotel fue casi perdido, ya que tuvimos que esperar a la persona que venía de la agencia de viajes para darnos la charla típica de las excursiones y entregarle un justificante para la vuelta el lunes siguiente. Mientras mi mujer se quedaba en la charla con todo el mundo yo me acerqué a por el coche de alquiler que habíamos reservado desde Córdoba, que estaba en la otra punta del Puerto de la Cruz. Así, cuando llegué al hotel ya había casi terminado la charla y decidimos hacer un viaje en catamarán el viernes para ver ballenas y los acantilados de los Gigantes. El resto del día, como no nos daba tiempo para hacer muchas más cosas, lo dedicamos a conocer un poco el Puerto de la Cruz con su zona comercial y su paseo marítimo.
Al día siguiente, miércoles, fuimos al Loro Parque, un parque zoológico con unos atractivos muy distintos a los que conocíamos de Madrid o de Córdoba. Nos levantamos bien temprano y a las nueve de la mañana ya estábamos en la puerta de entrada. Lo primero que te encuentras es un poblado de Tahití con unas carpas típicas de esos lares. Luego te hacen la foto de rigor con dos loros y ya comienzas el viaje por el parque. Los primeros animales que nos encontramos fueron a los gorilas, uno de los cuales estaba utilizando un palo muy fino para sacar algún tipo de miel de un tronco. Mi mujer se sobresaltó, porque aunque estuviese el cristal de doce centímetros entre el animal y nosotros, este no estaba más lejos del cristal que un metro o metro y medio. No era un ejemplar pequeño, para nada, pero creo que a cualquiera le impresiona girar una esquina y encontrarte de cara con un gorila. Pero lo más impresionante de estos animales fue cuando vimos a un lomo plateado estirándose cuan largo era para desperezarse. Algo realmente impresionante. De aquí pasamos a uno de los sitios más atractivos del parque, al pingüinario, en que pudimos ver en su hábitat casi natural, muy bien recreado a base de temperatura, agua e iluminación, cinco especies distintas de pingüinos y a los pájaros monje, mucho más pequeños de los que aparecen en los documentales. Los pingüinos no hacían más que salir y entrar en el agua para asearse y había alguno un poco más descarado que se acercaba al cristal a mirarnos a nosotros como diciendo “que bicho mas raro hay al otro lado del cristal”. A continuación estuvimos viendo loros de todos los colores, tipos y tamaños alrededor de quince minutos. Mi hija y yo coincidimos en que al principio eran muy bonitos, pero cuando llevábamos veinticinco ejemplares vistos, ya cansaba un poco tanto loro. Un momento muy curioso fue cuando llegamos al orquidiario, ya que desde la entrada se veía la piscina de los cocodrilos y hubo una visión que nos llamó a los tres la atención: en el agua, dentro de la piscina y a través de los cristales, se veía la silueta de una pierna… humana!!! Al acercarnos pudimos comprobar que era de uno de los dos buzos que había dentro de la piscina limpiando el fondo y que los cocodrilos estaban en un aparte, los pobres, un poco apiñados y con esos ojitos de querer y no poder, con carne fresca tan cerca… Justo al lado de esta piscina tranquila con inquilinos dentados estaba el recinto de los suricatas, los cuales no pudimos ver porque personal de parque estaba en esos momentos limpiando dicho recinto. Pero creo que por ese preciso avatar, pudimos disfrutar de una de las visiones que más nos impresionó de todo el recorrido… Al pasar a través de una especie de túnel, nos encontramos de frente con un jaguar que avanzaba hacia nosotros con la mirada clavada en su “comida”. Mi hija y yo nos quedamos paralizados por la impresión de la visión, a la vez que nos dio un subidón de adrenalina y tras reaccionar, nos pusimos como locos a sacarle fotos desde todos los ángulos que podíamos. Impresionante. Como nos habíamos organizado los espectáculos cuando entramos al parque, nos fuimos a un anfiteatro a ver como unos loros hacían diversas actuaciones, desde contar a montar en bici y un espectáculo volador con varios ejemplares por encima de público. Ciertamente, vale la pena verlo, porque ver el arco iris de colores reflejado en las alas de esos animales pasando a un metro escaso sobre tu cabeza, sinceramente emociona. A continuación visitamos el acuario, repleto de animales tropicales, caballitos de mar, peces escorpión, pirañas y el nuevo túnel del acuario por el que surcaban tiburones, creo que tintoreras, además de algunos tiburones con bigotes muy graciosos que se tumbaban en lo alto del túnel. Nos quedaban tres cosas importantes por ver: la primera fue el espectáculo de las orcas. Creo que no he visto nada más emocionante en mi vida y lo digo en todos los aspectos. Cómo los adiestradores se metían en el agua con esos animales asesinos, no lo olvidemos, y la complicidad que emanaba de sus gestos, la dulzura que desprendían las orcas y lo majestuosas que pueden llegar a ser cuando salían del agua. A mí se me saltaron las lágrimas, sinceramente. Otro momento muy excitante fue cuando llegamos al recinto del tigre blanco, el cual tuvimos la suerte de verlo andando… Más de dos metros de felino con cerca de un metro de altura saltando un riachuelo artificial y subiendo por un tronco del que nos caeríamos más de uno. Pero aún así, a pesar de esa majestuosidad que demostraba a cada paso, tenía una cara tan dulce, que daban ganas de hacerle cosquillas en los carrillos. Nos tuvimos que entrar en el espectáculo de los delfines, el cual se hacía justo al lado del recinto del tigre blanco y mi mujer tuvo el acierto de indicarnos que subiéramos arriba del anfiteatro para poder asomarnos al recinto del tigre. Antes de que empezase el espectáculo de los delfines pudimos ver mejor que nadie como se tumbaba ese pedazo de tigre y se acicalaba las patas con sumo cuidado entre lametazo y lametazo. Una imagen realmente tierna, viniendo del animal que viene, ya que a poca distancia de donde estaba tumbado se hallaban los restos de un festín que se había dado, los huesos de unas costillas de buey o algo por el estilo, por el tamaño de dichos huesos. El espectáculo de los delfines, después de haber visto el de las orcas, a mi me resultó un poco ñoño, aunque no le quito el mérito que tienen estos animales y sus adiestradores, pero que me dejo como un poco indiferente. Cuando íbamos de camino a la salida del parque pasamos por el recinto de una tortuga inmensa, de verdad, muy grande y por la piscina de los leones marinos, los cuales no dejaban de dar gruñidos, parecían un poco enfadados. Y así es como terminó nuestra mañana en el Loro Parque, un lugar al que hay que ir sin ningún pretexto si se visita la isla de Tenerife. Por la tarde de ese miércoles nos fuimos a conocer la capital, Santa Cruz de Tenerife. Aparcamos en la Plaza de España y de ahí subimos a la zona comercial. Estuvimos paseando alrededor de una hora viendo tiendas, ya que mucha gente nos había dicho que era el sitio ideal para hacer las compras de regalitos. Vamos a ver una cosa, la zona comercial de Santa Cruz no es distinta a cualquier zona comercial de cualquier ciudad de la península, con su Zara, Breshka, Punto Roma, Sprinfield, y demás tiendas por el estilo, por lo cual no le encontramos sentido a que estuviese identificada en los mapas como “Zona turística”. Eso si, descubrimos una cosa que nos pareció buena idea a los tres… recorrimos la ciudad montados en su nuevo tranvía. Teníamos la suerte de estar en una de las primera paradas de la línea más larga de las dos que hay en la ciudad. Así que decidimos montarnos y recorrer la ciudad de una forma más cómoda y sin perdernos. Descubrimos una ciudad de contrastes, pero de los más crueles, entre edificaciones nuevas y casi de lujo y casa de madera que apenas se sostenían en pie, debilitadas por el salitre y la falta de mantenimiento de sus inquilinos, además de una ciudad mucho más extensa de lo que nos esperábamos. Regresamos al hotel, nos arreglamos un poquito, cenamos, escuchamos un rato al cantante de turno y nos fuimos a descansar.

lunes, 6 de julio de 2009

Otro sueño


Sábado por la mañanita temprano. Nos levantamos con la fresquita y nos disponemos a viajar durante, al menos, una hora y tres cuartos hacia el suroeste. Nuestro destino, Bollullos de la Mitación, a tan solo 10 km de Sevilla en dirección Huelva.

Hace dos semanas ya hicimos este mismo viaje y puedo dar fe de que disfrutamos mucho, unos con más intensidad que otros, pero disfrutamos de verdad. El paracaidismo es un mundo en si mismo. Mientras estábamos en el hangar, sentados en una mesa de madera como las que hay en los merenderos, podíamos observar el trajín de los saltadores que iban y venían con sus paracaídas entre los brazos y a los 15 minutos salían con ellos en sus mochilas dispuestos a volver a saltar.

Nuestro salto era especial por diversos motivos. El primero de ellos es porque fue un regalo de mi mujer por nuestro aniversario, quería que pudiese cumplir un sueño que en diversas ocasiones le había contado y ... efectivamente, me sorprendió. Otra peculiaridad del salto es que lo íbamos a realizar en la modalidad "TANDEM"; este salto se caracteriza en que saltan dos personas unidas por medio de cuatro arneses de acero y dos cinchas de 4 cm de grosor. El salto nos lo iban a grabar en DVD y nos sacarían muchas fotos, por lo tendríamos el salto registrado para poder verlo cuando quisiéramos. El último motivo que le hacía especial es que mi hija también iba a saltar... Casi nada, la VALIENTE.

El primer día pudo saltar Nazareth, la cual, cuando aterrizó, no era capaz de explicar de una forma locuaz todo lo que había sentido. A continuación saltaría yo, pero un cambio súbito e inesperado del aire, debido al calentamiento de la superficie terrestre, haría muy peligroso el salto, ya que no había ninguna seguridad en el aterrizaje. Nos tuvimos que volver a casa con la miel en los labios, pero disfrutando con la felicidad de mi chica.

Como decía, volvimos este sábado y en esta ocasión, si pude saltar. Estuvimos esperando un par de horas desde que llegamos y el primer momento importante fue cuando Nazareth se enteró de que también iba a saltar ella. Rompió a llorar de emoción y lo hizo a la vez con nosotros. Ciertamente, no había estado nervioso en todo el día, pero cuando vino mi instructor y me dijo que ya me tenía que poner el mono de salto, el estómago comenzó a encogérseme un poco. Nos dieron las instrucciones de cómo colocarnos en cada momento antes del salto, durante el salto, en el vuelo y en el aterrizaje. Cuando salimos de la sala, estaba mi mujer con la cámara en mano para que no se perdiese ni un gesto de nuestra cara. Los cinco minutos que pasaron hasta que nos subimos al avión se hicieron eternos, pero ya estábamos allí, entrando por la puerta corrediza del bimotor y pensando "Que ya voy para dentro, que ya no hay vuelta atrás". El vuelo fue un poco movido porque parecía que en el cielo había baches. Nazareth, que iba a mi lado, no hacía más que preguntarme que si estaba nervioso. Le decía que no, porque la conozco y se que ella estaba más nerviosa que yo, porque no dejaba de hablar. La emoción se disparó cuando abrieron la puerta y se estaban preparando para saltar los otros paracaidistas que habían subido con nosotros. Ultimas instrucciones del monitor y a mi hija me dice "Paco, nos vemos abajo". No lo dije, pero lo pensé: "Con dos cojones, mi chica". Y llegó mi momento. Fuimos los últimos en saltar, nosotros dos con la mujer que llevaba la cámara. La sensación de ver toda la tierra tan lejos, tan amplia, tan lejos, tan abajo.... Cuando el instructor saltó no sentí miedo, tenía una sensación de plenitud que me llenó por completo. En ningún momento pensé en que algo podía salir mal, no da tiempo. Y empecé a volar... 200 km por hora, sintiendo como se atraviesa el aire, como estira los mofletes y como se acerca el suelo. No puedo explicar con palabras lo que se siente, sería superfluo. Un momento impactante fue cuando se abrió el paracaídas. El frenazo que sufrimos fue el momento más tenso de todo el salto, ya que la presión que ejerció sobre nuestros cuerpos fue de una intensidad enorme. Ya parados por la lona, a unos dos mil metros de altura, el instructor me permitió pilotar el paracaídas, otra sensación impresionante. Cada vez bajábamos más y seguía con los mandos y pensaba "es que este hombre no piensa cojer los mandos???" El aterrizaje fue estupendo porque hacía un poco de aire y no tuvimos que plantar el culo en el suelo. Una vez que me soltó los arneses, solo podía hacer una cosa... ir hacia mi mujer y abrazarla con todas mis fuerzas, agradeciéndole el maravilloso sueño que me había hecho cumplir.

Por último, os recomiendo a todos los que os atreváis a que saltéis en paracaídas. No os arrepentiréis y será una de las mejores experiencias que se puedan vivir en la vida.

Gracias cariño.