martes, 19 de julio de 2011

El tren ha llegado a una estación



En noviembre del 2008 os invité a todos a subir a mi tren de largo recorrido y muchos aceptasteis subir en el y compartir conmigo y con más gente ese viaje. Pues bien, este tren ha llegado a una nueva estación y se ha detenido para, en este caso, que se apease uno de sus pasajeros más antiguos. Este hombre, singular donde los haya, ha tomado otro destino después de casi 88 años surcando las vías incansable, renqueante, pero imparable. Es una de esas personas que cuando se sube al tren de cualquiera, los vagones cambian por completo, dando a la dimensión del viaje una perspectiva totalmente distinta, demostrando que la vida puede ser de otra manera. Su forma de vivir no era solo el mecanismo de un reloj que puedes modificar con la ruedecilla de la parte derecha, era una filosofía compleja y difícil de poder llevar a cabo. Vivir, en infinitivo, era su verbo y su máxima era "duro que va al baile, duro que no vuelve". Su bastón era su bien más preciado y casi el único, pero su mente era su bastión, refugiado en sus mazmorras hasta el último minuto. Por desgracia, hace ya años que se fue tal y como era, pero puedo asegurar que al menos en mi, perdura tan presente como cuando me atacaba el maniferro. Tuve la suerte de compartir muchos momentos con él, de escucharle, de decirle que me dejase un rato y de añorarle cuando no lo estaba a mi lado, pero gracias a él aprendí que la vida es solo una y que nunca debes permitir que otros la vivan por ti. Gracias Ramiro, puedes estar tranquilo porque tu si le diste julepe a vida sin llevar triunfos.